Me llegue a acostumbrar tanto a ti, a tu voz, a tu aroma, al sonido de tu risa. Me acostumbré a ti de tal manera que llegue a pensar que siempre estarías aquí para mi, que siempre esperarías a que yo abandonara mis miedos y encontrara el valor suficiente para decirte que te quiero. Que equivocado estaba.
Hoy que estas lejos, hoy que te echo tanto de menos, es cuando me doy cuenta de lo mucho que te quiero, de lo mucho que me haces falta porque sin ti esta ciudad tan grande se vuelve vacía y gris, sin ti, he llegado a sentirme muy solo.
Necesite separarme de ti para darme cuenta que en realidad lo último que deseo es estar lejos de ti. Y hoy, estoy aquí reconociendo mi propia necedad, pues en mi orgullo, en mi miedo nunca te pude decir cuanto te quiero. Lo siento, ahora sólo me queda esperar a que el mundo vuelva a girar y quizás entonces nos volvamos a encontrar y quizás entonces me des otra oportunidad.
A ratos resulta complicado el definir como me siento, reconozco que desde hace mucho tiempo mis días no pasaban tan rápido ni me divertía tan sanamente. Vamos, ningún malviaje, ningún desajuste más grave que algún material que se ha retrasado y cosas así.
He visto atardecer... y me acordé de ti.