25 de Agosto 2007

Asche zu Asche

Una idea sigue a otra idea, todas en procesión solemne, entran y salen de mi cabeza sin dejar mas huella que la pura esencia de su ser mismo. Lo cierto es que hoy no me apetece escribir nada, pero no se me ocurre mejor forma de celebrar el haber encontrado mi vieja USB que escribir estas líneas las cuales ella amablemente transportara en sus transistores de mi casa a la oficina con el único fin de ser publicados.

El día de hoy me siento particularmente apático, si no fuera por el error geográfico que cometí al colocar mi cama junto a una ventana por la cual penetra el sol a las 8:50 a.m. probablemente no me hubiera levantado hasta pasado el mediodía. Y en realidad no es de extrañarse el que me haya levantado en este mood tan deprimente, lo cierto es que las mañanas de los sábados suelo recibirlas con alto nivel de ánimo.

Lo cierto es que si yo fuera un perso de los Sims probablemente el icono sobre mi cabeza ahora mismo estaría en anaranjado tirando a rojo.

Y es que francamente no ha sido una semana particularmente buena, vamos el trabajo y tal han ido bien, el nivel de regaños se han reducido al mínimo y eso aligera el nivel de estrés (el icono comienza a ponerse de un anaranjado brillante) y si tomamos en cuenta que en el grupo en casa por fin pude entender sino del todo al menos en parte que el centro de mi problemática es el alto nivel de egoísmo que he cultivado a lo largo de mi vida adulta y que bajo la máxima bíblica de “El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra en bendiciones, en bendiciones también segará.” –2Cor 9:6; o lo que es lo mismo: Todo aquello que siembre el hombre, ciertamente eso cosechará no me queda mucho que decir más que: I’m fuck off (con perdón de las mentes religiosas).

Lo cierto es que no puedo quejarme, si a los que llamo mis amigos apenas y se acuerdan de mi puesto que rara vez yo los tengo presentes. Acción y reacción, a veces mi madre se pregunta el porque sus hijos son como son, causa y efecto, y mi a mi padre le gustaría saber en que momento echo a perder su vida.

Y es que si me decido a diseccionar mi vida familiar puedo encontrar demasiadas cosas, tantas que a veces creo que daríamos para un buen reality show de mediana audiencia, pero tranquilos TV Azteca, que ya pueden sacar una edición más de su Academia, mi show no lo vería ni yo mismo (el icono se ha tornado rojo oscuro).

Muchas veces, quizás demasiadas, mi líder ha intentado hacerme ver que la vida ciertamente no es tan mala, que nunca será de color rosa pero tampoco puede ser tan mala como para alimentar un rencor tan arraigado en nuestros corazones (en el mío particularmente). Nadie experimenta en cabeza ajena dicen, pero debo reconocer que tiene razón.

Pero entonces, ¿cómo sobrevives en un ambiente hostil si la respuesta no esta en volverte hostil tu mismo? ¿Es acaso que Dios tiene destinado para algunos el que nunca puedan ser felices mientras ven como otros los aplastan en su camino a la gloria? No lo creo, en realidad no lo creo, aunque por más que lo intento no puedo encontrar una respuesta de Dios a esto.

Pero el día de hoy el libro de Ezequiel me ha ayudado a arrojar algo de luz sobre esto. Esto puede leerse en el libro de Ezequiel capitulo 37:

“Y la mano de Jehová fue sobre mí, y me saco en espíritu de Jehová, y me puso en medio de un campo que estaba lleno de huesos. Y me hizo pasar cerca de ellos por todo alrededor: y he aquí que eran muy muchos sobre la haz del campo, y por cierto secos en gran manera. Y me dijo: Hijo del hombre, ¿vivirán estos huesos? Y dije: Señor Jehová, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos, y diles: Huesos secos, escuchen palabra de Jehová. Así ha dicho el Señor Jehová á estos huesos: He aquí, yo hago entrar espíritu en vosotros, y vivirán. Y pondré nervios sobre ustedes, y haré subir sobre ustedes carne, y los cubriré de piel, y pondré en ustedes espíritu, y vivirán; y sabrán que yo soy Jehová. Profeticé pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor, y los huesos se llegaron cada hueso a su hueso. Y miré, y he aquí nervios sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos: mas no había en ellos espíritu. Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo del hombre, y di al espíritu: Así ha dicho el Señor Jehová: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán.

Y profeticé como me había mandado, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies, un ejército grande en extremo. Me dijo luego: Hijo del hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo talados. Por tanto profetiza, y diles: Así ha dicho el Señor Jehová: He aquí, yo abro sus sepulcros, pueblo mío, y los haré subir de sus sepulturas, y los traeré á la tierra de Israel. Y sabrán que yo soy Jehová, cuando abra sus sepulcros, y los saque de sus sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán, y los haré reposar sobre su tierra; y sabrán que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.

Y fue a mí palabra de Jehová, diciendo: Tú, hijo del hombre, toma ahora un palo, y escribe en él: A Judá, y á los hijos de Israel sus compañeros. Toma después otro palo, y escribe en él: A José, palo de Efraín, y á toda la casa de Israel sus compañeros. Júntalos luego el uno con el otro, para que sean en uno, y serán uno en tu mano. Y cuando te hablaren los hijos de tu pueblo, diciendo: ¿No nos enseñarás qué te propones con eso? Les dijo: Así ha dicho el Señor Jehová: He aquí, yo tomo el palo de José que está en la mano de Efraín, y a las tribus de Israel sus compañeros, y los pondré con él, con el palo de Judá, y los haré un palo, y serán uno en mi mano. Y los palos sobre que escribieres, estarán en tu mano delante de sus ojos; y les dirás: Así ha dicho el Señor Jehová: He aquí, yo tomo á los hijos de Israel de entre las gentes á las cuales fueron, y los juntaré de todas partes, y los traeré á su tierra: Y los haré una nación en la tierra, en los montes de Israel; y un rey será á todos ellos por rey: y nunca más serán dos naciones, ni nunca más serán divididos en dos reinos: Ni más se contaminarán con sus ídolos, y con sus abominaciones, y con todas sus rebeliones: y los salvaré de todas sus habitaciones en las cuales pecaron, y los limpiaré; y me serán por pueblo, y yo a ellos por Dios. Y mi siervo David será rey sobre ellos, y a todos ellos será un pastor: y andarán en mis derechos, y mis ordenanzas guardarán, y las pondrán por obra. Y habitarán en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron vuestros padres, en ella habitarán ellos, y sus hijos, y los hijos de sus hijos para siempre; y mi siervo David les será príncipe para siempre. Y concertaré con ellos pacto de paz, perpetuo pacto será con ellos: y los asentaré, y los multiplicaré, y pondré mi santuario entre ellos para siempre. Y estará en ellos mi tabernáculo, y seré á ellos por Dios, y ellos me serán por pueblo. Y sabrán las gentes que yo Jehová santifico á Israel, estando mi santuario entre ellos para siempre.”

Más allá del contexto histórico de este relato podemos ver que así una faceta del carácter de Dios. Israel era no solo un pueblo, eran SU pueblo, el pueblo que Él mismo saco de Egipto, el pueblo que el cuido con mano poderosa durante cuarenta años de errar por el desierto, el mismo pueblo al cual llevo de la mano a conquistar una a una las tierras que Él había prometido darles.

Y es este mismo pueblo, el que, una vez que se hubieron fortalecido y establecido en aquellas tierras, le dio la espalda a su Dios para ir detrás de cosas que consideran mejores para ellos, después de todo, ¿para qué necesitas a Dios cuando ya tienes todos lo que habías deseado?

Pudieras pensar que Dios fue especialmente duro cuando escuchas las historias de la conquista llevada a cabo por Nabucodonosor. Ciudades enteras devastadas, miles de personas muriendo de hambre al grado tal de que eran capaces de devorar a sus propios hijos. ¿Sabes algo? Si lo piensas un poco te darás cuenta de que en realidad Dios fue demasiado suave.

Pero pasado un tiempo, cuando el pueblo, SU pueblo, pudo abrir los ojos y ver que no estaban sino cosechando lo que habían sembrado (¿recuerdan que ese era nuestro punto base?). Como lo podemos ver en el verso donde ellos mismos dicen: “Nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo talados”

Ya no tenían esperanza, sabían que habían bebido hasta las heces la copa de amargura que Dios mismo preparó para ellos. Y sin embargo lo cierto es que si había esperanza, como lo podemos ver en las palabras que Dios dirige a su pueblo inmediatamente después:

“He aquí, yo abro sus sepulcros, pueblo mío, y los haré subir de sus sepulturas, y los traeré á la tierra de Israel. Y sabrán que yo soy Jehová, cuando abra sus sepulcros, y los saque de sus sepulturas, pueblo mío. Y pondré mi espíritu en ustedes, y vivirán, y los haré reposar sobre su tierra; y sabrán que yo Jehová hablé, y lo hice, dice Jehová.”

¿Qué es lo que yo puedo ver aquí? Que ciertamente yo no soy diferente de esos huesos secos, que mi vida la di por perdida a causa de mi pecado y que ciertamente coseche lo que sembré a lo largo de todos estos años. Pero aún ahora cuando estoy aquí, tirado en medio del desierto, muerto y derrotado, seco hasta los huesos, viene Dios mismo a decirme: “Habitarás en la tierra que di a mi siervo Jacob, en la cual habitaron tus padres, en ella habitarás y tus hijos, y los hijos de tus hijos para siempre; y mi siervo David te será príncipe para siempre. Y concertaré contigo pacto de paz, perpetuo pacto será contigo: y te asentaré, y te multiplicaré, y pondré mi santuario en medio de ti para siempre. Y estará entre los tuyos mi tabernáculo, y seré a ti y a los tuyos por Dios, y tu y los tuyos me serán por pueblo”

Aún hoy, en medio de mi situación, queda esperanza.

Escrito por seifil a las 25 de Agosto 2007 a las 05:33 PM